Arquitectura popular, es aquel tipo de arquitectura en el que no
intervienen los arquitectos, desde el saber profesional o también se la
denomina culturas inconscientes de sí misma con capacidad auto-organizadora o
estructura homeostática, es decir, se entra a un proceso empírico, vivencial,
intuitivo, histórico, convirtiéndose en el entorno anónimo de las obras
individualizables, determinando lo que han denominado como cultura de masas
producida por las masas.
Estos tipos de valores como la espontaneidad y la creatividad
individual tienen impactos diferentes cuando el producto se ubica en el medio
rural o urbano, pues en este último los desajustes posibles entre elementos
tienen mayor incidencia por las estrechas y complejas relaciones de lo
industrial y urbano.
Es por ello, que lo popular se acerca más o menos a lo tradicional
en tanto se conservan en mayor medida los modos de vida, así en el medio rural
hay una mayor persistencia de tipos, de materiales y sistemas constructivos que
en las ciudades.
Es preciso identificar quién produce la arquitectura popular
(orígenes, ubicación social y económica), cómo la produce (procesos
productivos y materiales), para quién la produce (para sí o para otros), qué es
(significado intrínseco y extrínseco del objeto).
Por lo tanto, la arquitectura popular sería la expresión del ser
popular, caracterizado como hecho vivo, dinámico y adaptado a las
circunstancias históricas y particulares de su medio físico y social, en tanto
se conforme como un hacer consciente de sí mismo y de su ser social y cultural
aunque éste no haya sido explicado previamente.
Para la construcción, ornamentación y decoración de los templos
que, desde los primeros años de la colonización, comenzaron a levantarse en las
ciudades de la Presidencia de Quito, vinieron de España arquitectos, albañiles,
pintores, escultores, dibujantes, decoradores, etc.
Varios flamencos españoles y mudéjares trajeron el arte de labrar,
pulir primorosamente la piedra para portadas, frisos, columnas, graderías,
estatuas, etc.
El arte barroco y el rococó fueron traídos de Europa y se hizo
presente en iglesias, templos, viviendas, etc.
Durante el siglo XIX, es posible identificar tres momentos en la
arquitectura de Guayaquil: la independencia, el incendio y la reconstrucción.
La primera etapa inició la búsqueda de un referente ideológico para la imagen
de la ciudad y negó la forma de la arquitectura colonial.
En el segundo caso, el incendio de 1896 borró casi íntegramente lo
edificado en la colonia. La reconstrucción se identifica al nuevo trazo de la
ciudad, reconstruir su arquitectura y obrar bajo el influjo ideológico en el
campo de la política y de la cultura, marcado por la concepción liberal de la
sociedad, entonces se transformaron las plazas coloniales por plazas de la
independencia, así como se amplió el Malecón, a fines del siglo XIX.
A fines del siglo XX, Guayaquil comenzó a tener nueva imagen
arquitectónica, obra que fue ejecutada en la alcaldía del Ing. León Febres
Cordero y secundada en lo posterior con el Abg. Jaime Nebot, así se entra al
llamado plan de regeneración urbana en avenidas, viviendas, (Cerro de las
Peñas), fachadas de avenidas, etc.
No hay comentarios:
Publicar un comentario