martes, 8 de enero de 2013

ARQUITECTURA POPULAR


Arquitectura popular, es aquel tipo de arquitectura en el que no intervienen los arquitectos, desde el saber profesional o también se la denomina culturas inconscientes de sí misma con capacidad auto-organizadora o estructura homeostática, es decir, se entra a un proceso empírico, vivencial, intuitivo, histórico, convirtiéndose en el entorno anónimo de las obras individualizables, determinando lo que han denominado como cultura de masas producida por las masas.
Estos tipos de valores como la espontaneidad y la creatividad individual tienen impactos diferentes cuando el producto se ubica en el medio rural o urbano, pues en este último los desajustes posibles entre elementos tienen mayor incidencia por las estrechas y complejas relaciones de lo industrial y urbano.
Es por ello, que lo popular se acerca más o menos a lo tradicional en tanto se conservan en mayor medida los modos de vida, así en el medio rural hay una mayor persistencia de tipos, de materiales y sistemas constructivos que en las ciudades.
Es preciso identificar quién produce la arquitectura popular (orígenes, ubicación social y económi­ca), cómo la produce (procesos productivos y materiales), para quién la produce (para sí o para otros), qué es (significado intrínseco y extrínseco del objeto).
Por lo tanto, la arquitectura popular sería la expresión del ser popular, caracterizado como hecho vivo, dinámico y adaptado a las circunstancias históricas y particulares de su medio físico y social, en tanto se conforme como un hacer consciente de sí mismo y de su ser social y cultural aunque éste no haya sido explicado previamente.
Para la construcción, ornamentación y decoración de los templos que, desde los primeros años de la colonización, comenzaron a levantarse en las ciudades de la Presidencia de Quito, vinieron de España arquitectos, albañiles, pintores, escultores, dibujantes, decoradores, etc.
Varios flamencos españoles y mudéjares trajeron el arte de labrar, pulir primorosamente la piedra para portadas, frisos, columnas, graderías, estatuas, etc.
El arte barroco y el rococó fueron traídos de Europa y se hizo presente en iglesias, templos, viviendas, etc.

Durante el siglo XIX, es posible identificar tres momentos en la arquitectura de Guayaquil: la independencia, el incendio y la reconstrucción. La primera etapa inició la búsqueda de un refe­rente ideológico para la imagen de la ciudad y negó la forma de la arquitectura colonial.
En el segundo caso, el incendio de 1896 borró casi íntegramente lo edificado en la colonia. La reconstrucción se identifica al nuevo trazo de la ciudad, reconstruir su arquitectura y obrar bajo el influjo ideológico en el campo de la política y de la cultura, marcado por la concepción liberal de la sociedad, entonces se transformaron las plazas coloniales por plazas de la independencia, así como se amplió el Malecón, a fines del siglo XIX.
A fines del siglo XX, Guayaquil comenzó a tener nueva imagen arquitectónica, obra que fue eje­cutada en la alcaldía del Ing. León Febres Cordero y secundada en lo posterior con el Abg. Jaime Nebot, así se entra al llamado plan de regeneración urbana en avenidas, viviendas, (Cerro de las Peñas), fachadas de avenidas, etc.

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